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miércoles, 11 de diciembre de 2019
Brevísima apostilla sobre la autoridad del derecho y la decisión judicial según Andrés Rosler
sábado, 26 de octubre de 2019
Los motivos persecutorios en algunas leyes del odio sobre actividad laboral y religión
martes, 2 de julio de 2019
Propuesta democrática de la lejana Tierra
En la hermosa novela Cánticos de la lejana Tierra (publicada en 1986), Arthur C. Clarke (Minehead, Inglaterra; 16 de diciembre de 1917-Colombo, Sri Lanka; 19 de marzo de 2008) imagina un futuro distante en el que los humanos han conquistado el viaje interplanetario. Previendo el fin de la Tierra, engullida por el Sol moribundo, la humanidad ha viajado a unos pocos planteas habitables y ha aplicado lo mejor de su conocimiento para que los habitantes humanos de estos últimos pequeños poblados vivan en paz y alegría.
La
trama de la novela, que no describiré en detalle, se desarrolla en el planeta
Thalassa, un mundo cubierto de agua con tres islas habitables. El pasaje que
quiero rescatar aquí es la descripción del sistema político de Thalassa. Se
trata de un sistema democrático de gobierno en el que todas las personas
ciudadanas participan, sin importar su puesto social, género o la región en
donde vive. Este sistema establece que todas las personas tienen igual
probabilidad de ser electas a las magistraturas, excluyendo únicamente a
quienes son menores de 30 años o mayores de 70, personas que cometieron delitos
graves y personas con enfermedades mentales o seniles.
Lo
sorprendente es el método de elección de las magistraturas: se realiza por
medio de un sorteo periódico entre toda la ciudadanía. La democracia auténtica (como le llama Clarke y también Castoriadis) se
presenta de la siguiente forma: (a) La tecnología alcanzó la capacidad de
comunicación instantánea, unida a ordenadores centrales; la población adquirió
altos niveles educativos y todas las personas acceden a una vida material decente. (b) Cualquier persona que deliberadamente
pretenda alcanzar el poder, queda descalificado para asumir una magistratura.
(c) Finalmente, la elección se realiza
mediante un sorteo entre las restantes personas, utilizando un programa
“que implicaba la generación y combinación de números aleatorios de mil dígitos”[1]. Este era un medio
institucional importante, argumentó Clarke, para que en Thalassa no se dieran
casos de corrupción política motivados por intereses facciosos y egoístas, como
los que invadían las antiguas democracias representativas de partidos de la
Tierra. No es la única característica del diseño institucional ficticio de
Thalassa, pero sí es la única que mencionaré aquí.
Thalassa
es la utopía de Clarke. El científico y prolífico autor de ciencia ficción dura
(hard science fiction) formó la imagen de Thalassa a partir de lo que él pensó
que los mejores conocimientos de la realidad permitían o permitirían sustentar,
también en lo que respecta al sistema político constitucional[2].
Hoy
día, en occidente, podríamos pensar que su democracia por sorteo es una idea
más bien extravagante, una ficción cuyas consecuencias nunca han sido probadas.
Pero, si así pensáramos, estaríamos en un grave error. Es verdad que el
refinado procedimiento de Thalassa no se ha ejecutado nunca. No obstante, la
elección por medio de sorteo ha aparecido en distintos momentos de la historia
occidental, teniendo un importante papel en la asignación de funciones públicas
durante la Antigua Grecia, en las repúblicas italianas renacentistas y en la
Suiza de la modernidad.
Así,
por ejemplo, en la democracia de la Atenas de Pericles tenemos el caso de la Boulé. Este órgano colegiado era conformado, justamente, mediante elección por sorteo entre todos los ciudadanos atenienses mayores de 30 años. La
Boulé estaba integrada por 500 ciudadanos electos por un
año, y sus funciones principales eran administrativas, aunque también tenía algún papel en la formación de
las leyes y en cuestiones difíciles de clasificar en términos actuales (en
específico: la graphē paranómōn, el mecanismo mediante el cual en Atenas se perseguía y,
si se los encontraba culpables, se sancionaba, a los ciudadanos que promovieran
leyes inconstitucionales)[3].
En
tiempos recientes, se han dado algunos experimentos interesantes relacionados
con la democracia por sorteo. Especialmente notables son los casos recientes
de asambleas ciudadanas para decidir cuestiones constitucionales. Algunos
ejemplos: la asamblea de ciudadanos de Columbia Británica sobre reforma
electoral (2005); la asamblea de ciudadanos de Ontario sobre reforma electoral
(2006); el foro ciudadano holandés del 2006; la reforma constitucional de
Islandia del 2009-2013; la Convención Constitucional de Irlanda (2012); la
Asamblea de Irlanda (2016)[4].
Es
importante notar, sin embargo, que a diferencia de la Boulé ateniense y de la
Thalassa de Clarke, los experimentos recientes de democracia por sorteo parecen
ser utilizados ante todo para cumplir funciones de índole legislativa y
constitucional, y no administrativo-ejecutiva. En el caso de Thalassa, esto podría
explicarse por la ausencia de desacuerdos políticos profundos (al decir de Waldron)
en la comunidad, lo cual quizás podría
relacionarse con el acceso garantizado a una vida material decente para toda la población.
En
cualquier caso, queda claro que la democracia por sorteo no es asunto sólo de
la ciencia ficción. También fue y es una alternativa de ingeniería
constitucional con interesantes potencialidades, algunas de las cuales fueron
de hecho señaladas por Clarke en su novela. Parece que también en este asunto político,
el imaginativo novelista previo tecnologías en su momento desconocidas o, en
este caso, más bien olvidadas.
[1] La primera vez que se
implementó este sistema, según la novela de Clarke fue en Nueva Zelanda, en el
2011. Claramente, los sistemas políticos no han evolucionado a la velocidad que
Clarke imaginó.
[2] Partiendo de estas
consideraciones, puede sostenerse que
Clarke no restringió la dureza de su ciencia ficción a la tecnología digital o
a la industria, sino que también pretendió fundar sus relatos de tecnologías sociales
y diseños institucionales en conocimientos científicos bien probados.
[3] El órgano de gobierno con
más poder en la democracia de la antigua Atenas fue, por supuesto, la asamblea
de todos los ciudadanos. La asamblea de ciudadanos tenía como función principal
la aprobación de leyes, bajos las cuales se entendía que estaban sometidas
todas las personas en tanto sujetas del derecho.
[4] Ejemplos tomados de
Gargarella, R. (2021), El derecho como
conversación entre iguales, Buenos Aires: Siglo XXI, 297-303. Helen
Landemore es de las teóricas políticas que más está avanzando y atrayendo
atención sobre las potencialidades democratizadoras de las asambleas ciudadanas
formadas mediante sorteo; ver su Open
Democracy: Reinventing Popular Rule for the Twenty-First Century. Los
investigadores franceses Maxime Mellina y Aurèle Dupuis, de la Universidad de
Lausana, están indagando las posibilidades y relaciones de la democracia y el
mecanismo del sorteo, como una forma de evitar la influencia de las élites y el
dinero (que terminan determinando el resultado final). He aquí un video
difusivo en que explican su investigación:
https://www.swissinfo.ch/spa/multimedia/laboratorio-de-la-democracia_el-sorteo--el-mejor-sistema-de-elecci%C3%B3n/45052674?fbclid=IwAR3-34dxyCwpSpYoudRNi1QoNkkstsoGhliA7shAAIAaJv4XKqE6v1D5F60#.XRnSB5LHOMM.facebook
En el mundo latino, el científico
político Sebastián Linares ha investigado este artefacto institucional. Por ejemplo,
puede verse su obra Democracia Participativa Epistémica, publicada por Marcial
Pons en 2017.
domingo, 31 de marzo de 2019
Crítica contra una pequeña muestra de anti-ciencia promovida por un teórico social
Por cierto, hasta donde alcanza mi conocimiento sobre el tema, muchos programas de investigación en psicología hacen serios esfuerzos por dotar de una importante justificación epistémica a sus concepciones y propuestas. No creo que nadie esté dispuesto meramente a descartar sus investigaciones como externas a las ciencias sobre el cuerpo humano. El problema de la a-científicidad de la psicología cuanto mucho podría afectar a algunas pocas vertientes que de hecho celebran su indiferencia de lo señalado por las otras ciencias del cuerpo humano.
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