Alejandro Guevara
Arroyo
“[N]os
parece que […] las ciencias naturales
han fracturado la relación entre cuerpo y mente y han promovido una escisión
excesivamente marcada entre Medicina y Psicología, dejando en mucho librada la
consideración médica de nuestra mente a la Psiquiatría” (Ciuro Caldani, M.
(2000). Metodología Jurídica.
Rosario: Fundación para las Investigaciones Jurídicas. Primera página -la
negrita va por mi cuenta-).
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Esta
cita del ius-filósofo argentino M. Ciuro Caldani, es un ejemplo de la promoción
de la cultura anti-ciencia, típica en algunos gurús de la teoría social. La
estrategia es conocida: rara vez se defenestra explícitamente a las ciencias o
su estatus como conocimiento. Pero se van sembrando pequeñas confusiones,
exageraciones y falsedades de diversa índole, de forma que la imagen de la
actividad científica, su historia y el valor de su producción intelectual queda
considerablemente afectada y deformada. Por cierto, esta estrategia hace la tarea de
crítica bastante difícil.
Como
sea, no he podido resistir el exabrupto de detenerme un momento, denunciar y
criticar este caso: me encontré esta frase de Ciuro Caldani en la primera
página de uno de sus libros (que pretendo citar para otro asunto en una
investigación no relacionada con este tema). En la cita copiada arriba, se
atribuye “a las ciencias naturales” apoyar una tesis filosófica (dualismo
mente-cuerpo) y haber promovido una distinción en la práctica de dos ámbitos de
las ciencias de la salud (técnicamente, quizás sea más pertinentes considerar
dichos ámbitos como tecnologías –al
decir de Albert/Popper/Bunge- de la salud). Ahora bien, dado que Ciuro Caldani
considera que esta influencia de las ciencias naturales es perjudicial -por ser
poco integradora- se infiere que el apuntamiento consiste en una crítica a la
influencia negativa de las ciencias naturales sobre la medicina.
A
continuación señalaré: 1. Que la posición sobre los antecedentes históricos de
la distinción mente-cuerpo de Ciuro Caldani se basa en un error histórico; 2. la
idea que parece sugerirse de que los médicos incurren en algún defecto por no
atender la salud mental se basaría en una tesis impracticable. 3. La frecuente
división en los estudios y el trabajo entre ciencias médicas y psicología es
menos tajante que lo que Ciuro Caldani supone: hay psicología científica. Por
lo demás, no es correcto responsabilizar prioritariamente a las ciencias
naturales (ora su práctica, ora su desarrollo teórico) de tal división.
Vamos por partes.
Primero, que las ciencias naturales “fracturaran” la relación entre mente y cuerpo
es, además de una afirmación considerablemente imprecisa, bastante dudoso como
hecho histórico. El dualismo ontológico
mente-cuerpo es una de las ideas más antiguas y profundas del pensamiento
occidental, con antecedentes que transitan al menos desde el orfismo antiguo a
Platón de Atenas (427-347 a. de J.), inspirando este al cristianismo patrístico
y su distinción alma-cuerpo. Luego reaparece en el platonismo renacentista,
cuyo más sistemático representante fue el mago natural Marsilio Ficino
(1433-1499), quien consideraba a la mente como inmortal[1].
En
cambio, muchos modernos tendieron a diluir la distinción. Pensaban que la mente/alma
y el cuerpo pertenecen a un mismo nivel ontológico y ultimadamente pueden ser
investigadas mediante procedimientos más o menos semejantes (siendo esta última
una cuestión metodológica[2]).
Aquí se pueden mencionar a grandes pensadores como Hobbes, Hume o Spinoza. La
distinción ontológica renace con Descartes. Luego, es amplia e insistentemente defendida,
tanto en su variante ontológica como metodológica radical, ANTE TODO por
teóricos y filósofos sociales[3].
En
conclusión: las “ciencias naturales” no provocaron ni dualismo ontológico
mente-cuerpo, ni el metodológico. Por lo demás, en los últimos siglos, estas
concepciones han estado más relacionadas con filosofías de las ciencias sociales
que con filosofías y ontologías que utilizan
parten de las ciencias naturales.
Segundo,
sobre que los médicos no se ocupan de problemas mentales y por ende tienen un
defecto (un abordaje poco “integral”). Hasta
donde me alcanza: los médicos generales y los médicos especialistas no se
ocupan de aspectos de la salud mental, sino de otros asuntos, sencillamente por
razones prácticas. Supongo que asumen –idea loca- que uno no puede ocuparse de
todos los problemas al mismo tiempo.
Esto no
quiere decir que esté justificado el maltrato, la falta de empatía o la
frialdad de trato de los médicos para con sus pacientes, PERO ESTE ES OTRO
ASUNTO, para nada relacionado con el dualismo mente-cuerpo (evitar estos malos
tratos puede ser incluso relevante para la salud de los pacientes; no obstante,
sobra decir, nuevamente, que justificar la importancia del trato empático no
tiene nada que ver ni con las ciencias naturales, ni con el dualismo mente-cuerpo).
Tercero,
que las ciencias naturales ha promovido una división entre medicina y
psicología. Es claro que la frecuente división de trabajo, administrativa y
educativa entre la medicina y la psicología tiene una historia bastante
compleja y bien diversa en cada país (verbigracia: en Costa Rica, la Caja Costarricense del Seguro Social incluye entre sus servicios, la consulta psicológica). Asimismo, en los
hechos no es una división tan tajante (no sé si en Argentina esto será
diferente). Por lo demás, y esto es lo principal, no veo cómo responsabilizar
de este hecho social al surgimiento y desarrollo de las ciencias naturales. De
ser el caso que aceptáramos esta hipótesis histórica, sería obligatorio
remarcar también que de la división de trabajo entre medicina y psicología
tienen igual responsabilidad los teóricos y filósofos sociales que han
insistido recalcitrantemente en el dualismo ontológico y metodológico
mente-cuerpo.
Por cierto, hasta donde alcanza mi conocimiento sobre el tema, muchos programas de investigación en psicología hacen serios esfuerzos por dotar de una importante justificación epistémica a sus concepciones y propuestas. No creo que nadie esté dispuesto meramente a descartar sus investigaciones como externas a las ciencias sobre el cuerpo humano. El problema de la a-científicidad de la psicología cuanto mucho podría afectar a algunas pocas vertientes que de hecho celebran su indiferencia de lo señalado por las otras ciencias del cuerpo humano.
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Por cierto, hasta donde alcanza mi conocimiento sobre el tema, muchos programas de investigación en psicología hacen serios esfuerzos por dotar de una importante justificación epistémica a sus concepciones y propuestas. No creo que nadie esté dispuesto meramente a descartar sus investigaciones como externas a las ciencias sobre el cuerpo humano. El problema de la a-científicidad de la psicología cuanto mucho podría afectar a algunas pocas vertientes que de hecho celebran su indiferencia de lo señalado por las otras ciencias del cuerpo humano.
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La
labor de denunciar punto por punto este tipo de exageraciones y confusiones es claramente
extenuante. Con frecuencia, uno prefiere sencillamente no abrir nunca más los
libros de esta clase. Sin embargo, al caer en esta tentación egoísta, no puedo
sino preguntarme si estoy incumpliendo algún deber ético de denunciar la
promoción de supersticiones por parte de académicos ahí donde aparecen. Entiéndase la anterior reflexión crítica como una forma de cumplir
tal deber.
[1] Adeudo
todo el apuntamiento sobre el platonismo renacentista a un filósofo
sobresaliente y erudito historiador de la ideas occidentales, el costarricense
Juan Diego Moya Bedoya, quien además –en un comentario a mi documento- agregó: “El
más relevante adversario del dualismo antropológico de los platónicos
renacentistas fue el comentador del Corpus aristotelicum Pietro Pomponazzi
(1462-1524), natural de Mantua, quien escribió 'De Immortalitate Animae', obra
en la cual evidenció las dificultades inherentes a la formulación de un
argumento apodíctico en favor del demonstrandum "toda alma humana es
inmortal". El célebre mantuano tenía, a un argumento semejante, por
imposible”.
[2] En
realidad, para tener un panorama adecuado de la opción entre dualismo y monismo
metodológico, se requeriría un análisis más profundo de este término tan
filosóficamente cargado. Sin embargo, no he querido complicar demasiado la
presentación en este documento (en este respecto, más bien difusivo).
[3] Juan Diego Moya Bedoya ha apuntado sobre esto:
“Añado que un dualista de los atributos principales (=praecipua attributa)
puede, sine contradictione, reconocer que (2.0) dos o más entes, cada uno de
los cuales vehicula distintos atributos principales, pertenecen a uno y el
mismo nivel ontológico (el nivel de las substancias, i. e., los entes que
vehiculan cuando menos [la condición de la existencia] y cuando más [la
condición de la unicidad] un atributo principal), y que (2.1) su funcionamiento
no puede ser exitosamente explicado sino por conducto de métodos recíprocamente
irreductibles. En esta medida, que dos o más entes reales pertenezcan a un
mismo nivel ontológico no es una condición suficiente para que su
funcionamiento no pueda ser exitosamente explicado sino por conducto de uno y
el mismo método. Para derivar semejante conclusión, habría de asumirse una
premisa adicional; concretamente, la propósición séptima de la 'Ethica ordine
geometrico demonstrata': "Ordo, & connexio idearum idem est, ac ordo,
& connexio rerum" (="el orden y la conexión de las ideas [las
esencias objetivas] son lo mismo que el orden y la conexión de las cosas")”.
Moya tiene sin duda razón en este punto: aunque el dualismo ontológico mente-cuerpo
implica la imposibilidad de que se compartan al menos algunos criterios
metodológicos relevantes en la tarea de conocimiento de la mente y el cuerpo,
meramente mediante la asunción del monismo (de una u otra especie) no se
infiere válidamente que la tesis de que el conocimiento de todos los
integrantes de la realidad incluye al menos un conjunto común de criterios
metodológicos. Para inferir esto último se requeriría alguna tesis extra, como
la mencionada por Moya Bedoya.
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