Alejandro Guevara
Arroyo
Resumen: El texto presenta las relaciones semánticas que
existen entres el concepto de causa y de causalidad según Aristóteles y según
Galileo. Se pone especial énfasis en determinar la función en la explicación del mundo que cumplen ambos conceptos en el pensamiento de dichos filósofos
de la naturaleza. También se intenta decidir si este término refiere a una
relación natural real entre los hechos del mundo o no. Finalmente, se estudian algunos problemas metodológicos y ontológicos que poseen ambas concepciones de la
causalidad.
I.
Introducción
En los siguientes apuntes se
presentará los conceptos de causalidad de Aristóteles de Estagira[1]
(384 a. C.- 322 a. C) y Galileo Galilei (1564-1642). Ubiquemos la discusión sobre el significado de
los términos causa/causalidad (que, técnicamente, no son lo mismo). Se prestará especial atención al primero. Existen fundamentalmente dos grandes conjuntos
de usos del término causa/causalidad. El primero es el uso ordinario y el segundo es
el uso filosófico-científico. Evidentemente, se pueden crear multitud de otras
distinciones a lo interno de cada uno de estos conjuntos, pero para mis
intereses, esta distinción será suficiente.
Por otro lado, establecer alguna
nota semántica común a todos los individuos de cada uno de estos conjuntos es
una tarea en buena medida imposible (en especial para el uso ordinario). No
obstante, creo que puedo sugerir un elemento semántico lógicamente muy
fundamental que se encuentra presupuesto en el uso ordinario del término
causa/causalidad tal y como lo conozco. Parece ser que con frecuencia se
utilizan estos términos para aludir a una explicación,
en un sentido muy sencillo, de cualquier cuestión problemática. De forma que,
en el uso ordinario, podríamos realizar la siguiente equivalencia: “p es causa
de q” quiere decir “q porque p”, ni más ni menos. Esta última proposición
representa la forma mínima de toda explicación (Bunge, 1961, 47). Como es
evidente, este es un sentido considerablemente vago de los términos
causa/causalidad.
Ahora bien, los significados de
causa/causalidad en su uso filosófico/científico son más sencillos de rastrear,
pues se encuentran plasmados en textos sobre el tema. Empero, también son
teóricamente más complejos y llenos de enredadas sutilizas. En este ensayo revisaré
las líneas generales de la primera teorización sobre un concepto de causalidad,
que debemos a Aristóteles y que dominó -con algunas variaciones- durante más de
mil años. Luego, presentaré un concepto de causalidad plenamente discordante
del aristotélico, desarrollado muchos siglos después, por
Galileo Galilei. Este último concepto de causalidad ha constituido una de las
principales bases semánticas de subsiguientes conceptos de causalidad.
Mencionaré además varias dificultades que emergen de estos conceptos.
II.
Aristóteles
Para Aristóteles, la explicación
cierta y segura (o completa) de una cosa se realiza sólo si podemos responder
a la pregunta ¿en razón de qué sucede? y responder a esto es dar las causas
de esa cosa:
[l]as causas se
dividen en cuatro [clases], una de las cuales decimos que es la substancia y la
esencia (pues el porqué se reduce al concepto último, y el porqué primero es
causa y principio); otra es la materia o el sujeto; la tercera, aquella de
donde procede el principio del movimiento [(que es una forma del cambio)], y la
cuarta, la que se opone a ésta, es decir, la causa final o el bien (pues éste
es el fin de cualquier generación y movimiento) (Metafísica, lib, I, cap. III,
93a, b; tratado también por Bunge, 1961, 43).
Estas son las
famosas cuatro causas de Aristóteles: la material, la formal, la eficiente y la
final. Si se quiere explicar algún estado de cosas, debe darse cuenta de estas cuestiones (las primeras dos pertenecen más propiamente a la ontología y
las últimas dos a su teoría del cambio –Bunge, 1961, 44- ).
No es sencillo
determinar si la causalidad es meramente una categoría equivalente a la
explicación (i.e. si es una clase de teorización) o si refiere a relaciones
naturales entre cosas, o ambas[2].
Pareciera, a partir de lo dicho, que para Aristóteles el concepto de causalidad
incluía ambas cuestiones (prescindiré de señalar las indudables
incompatibilidades semánticas que existen entre un concepto epistemológico y
uno ontológico, tal y como los manejó Aristóteles).
Para
Aristóteles, el cambio es más que la variación en el movimiento local. Existen
4 tipos de cambio: (1) generación y corrupción, (2) alteración, (3) aumento y
disminución y (4) movimiento local. La generación y la corrupción acaecen a las
cosas como seres. La corrupción de una cosa se da en tanto pierde su forma y
por tanto dejan de existir. La generación es el contrario, esto es: el paso de
una cosa en potencia a cosa en acto. La alteración es el cambio de cualidad.
Aumento y disminución son cambio cuantitativos en las proporciones de los
elementos constituyentes de la cosa. Finalmente, la última forma de cambio es el
movimiento local o cambio de lugar (Lindberg, 2002, 367). Para el Estagirita,
la causa eficiente es el comienzo del cambio de movimiento y de la salida del
reposo (Aristóteles, 2006, lib. III, cap. III, 194b). Sólo estos estados son
cambios, pues el reposo es el estado en que entra una cosa si alcanza su lugar
natural (concepto clave de la teoría de cambio aristotélica). Si esto sucede,
la cosa ya no realiza ningún movimiento. Para dar cuenta del cambio, requerimos
de todas las causas.
Las cuatro
causas parece que refieren a determinaciones naturales efectivas. Por esto, la
causa final no es siempre equivalente a la atribución de motivos de un agente (observador
o valorante). Frente a Platón, la finalidad de Aristóteles normalmente no es
una creación motivada de alguna entidad con características más o menos
antropomórficas, sino que –con la excepción de los productos del arte- es una
tendencia que dirige los entes del mundo. En este sentido, Aristóteles con su
teoría de las causas, dio un paso hacia una concepción no antropomórfica de la
realidad, camino que ha seguido ultimadamente la ciencia moderna.
Empero, la
ciencia que nació en los siglos XVI y XVII se desentendió de tres de las causas
Aristotélicas (Popper, 1991, cap. III). Esta
variación formó parte, por supuesto, de todo un complejo y polémico cambio en
la teoría física (que se desarrolló durante varios siglos). En la nueva física,
se concibió el cambio como un movimiento local, ora de pequeñas (i.e.
corpúsculos o átomos) ora de grandes partes de la realidad (i.e. planetas). Correlativamente,
se abandonó en la filosofía natural la idea de que la definición de una cosa es
su esencia ontológica (presupuesto de la causa formal y material). Igualmente,
la causa final desapareció de la física (o teoría del cambio).
A esto
contribuyeron los siguientes problemas metodológicos de los conceptos de causa
material, formal y final:
(a) No podían
determinarse enunciados regulares de dependencia entre clases de sucesos de
estas clases de causas o eran muy vagos y generales. En otras palabras, no
permiten formular enunciados legaliformes precisos.
(b) Por esto,
no podían inferirse consecuencias contrastadoras (Hempel, 2003, cap. 3) de las hipótesis explicativas que
utilizaran estos conceptos causales o eran implicaciones muy vagas o poco
retadoras. Sin consecuencias contrastadoras retadoras, la crítica y control
mediante la observación y experimentación es imposible.
III.
Galileo
Para el
eminente filósofo de la naturaleza y astrónomo pisano, sólo la causalidad
eficiente podía utilizarse en la física moderna. No obstante, si bien un
concepto de causalidad eficiente continuó solucionado el problema del cambio (ahora
considerado exclusivamente como movimiento local) tal concepto debía incorporar
nuevos presupuestos metodológicos (en especial la posibilidad de la
contrastación empírica precisa –sobre el paso de explicación imprecisas a
explicaciones que buscaban precisión, ver el estudio clásico: Koyré, 1994, cap.
3-). Por otro lado, Galileo entendió que toda la realidad física debe poder
explicarse mediante estas relaciones causales. Finalmente, también debía
incorporarse el presupuesto ontológico legalista, según el cual, leyes naturales (enunciables con precisión)
rigen todos los procesos físicos del universo (Bunge, 1963, 33).
a.
Definición y ventajas
Galileo definió causa como aquella condición necesaria y suficiente
para la aparición de una cosa[3]
(Bunge, 1963, 45). Se trataba, por ende, de una relación de
bicondicionalidad.
Presuponía, además, que toda
relación causal sucedía en acuerdo con leyes expresables matemáticamente.
b.
Problemas
Primero, la concepción galileana de
la causalidad presenta varios problemas que la vuelven incompatible con los
principios metodológicos de la ciencia moderna, en especial, la posibilidad de
formular contrastación determinantes (al menos en principio).
Esto pues implica un número indeterminado de condicionantes. En otras palabras,
la afirmación de una causa relevante para que un suceso acaeciera en la forma
en que de hecho lo hizo, serían todos los factores que de alguna forma podrían
afectarlo. Esto volvería imposible los análisis experimentales causales (Bunge,
1963, 46).
En segundo lugar, la definición
galileana no es precisa en las características ontológicas o naturales de las
relaciones causales, reduciéndolas a un análisis de condiciones (o análisis veritativo-funcional).
Por supuesto, se puede también llamar la atención que de hecho Galileo utilizó en sus investigaciones una idea de causalidad diferente a su definición de causalidad y que a aquella no tendría tales defectos.
Por supuesto, se puede también llamar la atención que de hecho Galileo utilizó en sus investigaciones una idea de causalidad diferente a su definición de causalidad y que a aquella no tendría tales defectos.
Independientemente de esta consideración, aquella definición es, para Mario Bunge, problemática: su falta de precisión en las características ontológicas y naturales y el énfasis
en una definición condicionista, conlleva que la definición galileana de la
causalidad –que legará a la física y en general a la ciencia posterior-
confunda cualquier forma de determinación legal con una determinación causal
(Bunge, 1963, 29). Esto a pesar de la existencia de otros tipos de legalidad
natural no causales (al menos, según la concepción de Bunge, 1963, 46). En
cambio, según el filósofo argentino, se requiere profundizar en las características
ontológicas de las relaciones causales (sobre las que tratan las ciencias).
Se requerirían nuevos desarrollos
tanto sobre la idea de la causa, la causalidad y la determinación que permitan
salvar estos problemas. Estas vendrán de la física y de la química primeramente,
y luego, de las ciencias biológicas.
IV.
Bibliografía
Aristotle (2006). Physics. Oxford: Clarendon Press.
Bunge, M. (1961). Causalidad. El papel del principio causal en
la ciencia moderna (trad. Hernán Rodríguez). Buenos Aires: Ed.
Universitaria de Buenos Aires.
Hempel, C. (2003) Filosofía de la ciencia natural. Madrid:
Alianza.
Koyré, A. (1994). Pensar en la ciencia (t. A. Beltrán Marí).
Barcelona: Paidós.
Lindberg, D. (2002) Los
Inicios de la ciencia occidental, la tradición científica europea en el
contexto filosófico, religioso e institucional (desde el 600 a.C. hasta el
1450) (trad. A. Beltran). Barcelona:
Paidós.
Lloyd (1968). The Growth & Structure of his Thought. Cambridge University Press
Popper, K. R. (1991). El Desarrollo del
Conocimiento Científico, Conjeturas y Refutaciones, (trad. Néstor Míguez). Buenos Aires: Paidós.
[1] He dedicado ya una entrada al pensamiento
astronómico del Estagirita en la entrada de este blog titulada Sistemas astronómicos de la antigüedad a la
modernidad: revolución científica y epistemología de la ciencia, visible en
el siguiente vínculo: http://criticayconjetura.blogspot.com/2016/06/sistemas-astronomicos-de-la-antiguedad.html.
Por su parte, he tratado sus ideas cosmológicas y filosofía de la naturaleza en
Estudios sobre racionalismo crítico:
Conjeturas y refutaciones de la cosmología antigua: Platón, Aristóteles y los
atomistas, visible mediante el vínculo: http://criticayconjetura.blogspot.com/2014/07/estudios-sobre-racionalismo-critico.html
[2] Esta primera posibilidad se
sustenta en las constantes afirmaciones de Aristóteles a las formas en cómo las
personas se expresan a la hora de explicar una cosa, verbigracia: Aristóteles,
2006, lib. II., cap. III. 195ª. Nótese además que según lo dicho en la
introducción, el concepto Aristotélico es semejante al del uso ordinario de los
términos causales.
[3] Esta definición es también acorde
con la epistemología realista/esencialista de Galileo Galilei; Popper, 1991,
cap. III.