Alejandro
Guevara Arroyo
Si comenzáis por tratar las ideas científicas de siglos anteriores
como mitos, terminaréis por tratar vuestras ideas científicas como dogmas (…).
Si queremos comprender nuestras propias ideas científicas y hacer algo más que
manipular los cálculos recientes, haremos bien en estudiar los puntos nodales
de los sistemas científicos que aquellas desplazaron. A través de las dudas y
las dificultades que retardaron la formación de nuestro moderno “sentido común”
podemos descubrir el verdadero carácter y el significado de nuestras
concepciones del siglo XX [y XXI], (Toulmin & Goodfiel, 1971, 10).
1. La explicación astronómica y
la búsqueda de causas en Babilonia
Tras la revolución industrial e
intelectual del neolítico, la humanidad se abrió a nuevos horizontes, nuevas
formas de vida y nuevos problemas. En distintas regiones del mundo y con
diferencias temporales tampoco pequeñas, nacieron la agricultura, la ganadería y nuevas armas. Los sencillos problemas de subsistencia (propios de la sociedad
cerrada) variaron y se complicaron. Los grupos humanos empezaron a reunirse en
grandes ciudades de dimensiones nunca antes vistas. Conocieron la escritura y
se especializaron aún más las actividades. Se termina así la sociedad cerrada y
comienza a vislumbrarse la sociedad abierta de la antigüedad. La humanidad dio
a luz a Egipto y Babilonia y a las primeras formas de pensamiento científico:
la astronomía (Russell, 2004, introducción y cap I).
No obstante, los problemas de los primeros proto-científicos seguían siendo muy diferentes a los nuestros. Estaban más
relacionados con las exigencias prácticas de su sociedad y de su vida. “Los
problemas de los primeros astrónomos eran de un género que no daba origen a
planteos teóricos y sería erróneo de nuestra parte discutir sus ideas como si
implicaran alguna teorías, por ejemplo, la teoría [astronómica] geocéntrica. Si
había algo geocéntrico era toda su actitud
y toda la gama de problemas prácticos que enfrentaron directamente, concentrada
su opinión en sus vidas cotidianas y, por lo tanto, en esta Tierra, en la cual
tanto ellos como nosotros tenemos que hallar nuestro camino y ganarnos
duramente la vida” (Toulmin & Goodfield, 1971, 13).
La explicación y su relación con las
determinaciones naturales (siendo la causalidad una de ellas –probablemente la
más utilizada en el transcurso de la historia-) no tenían lugar en los
problemas de los primeros astrónomos babilonios, sobre los que concentraremos
nuestra atención[1].
Como se dijo, sus problemas eran de índole práctica y por tanto, su actividad
intelectual se concentraba en ellos. En este concreto respecto, sus esfuerzos
intelectuales eran los mismos que los de las sociedades cerradas que les
precedieron. En estos grupos humanos, la actividad intelectual
estaba concentrada en la solución de problemas prácticos de la vida y la
naturaleza era apenas basamento de su actividad, aquello que está ahí,
invariable y molesto, dictando los caminos aceptables para solucionar los
problemas vitales: la fuerza del viento que mueve la casa, mostrará qué tanto
deben reforzarse sus paredes; la dureza de los frutos y nueces determinarán el
éxito de los instrumentos creados para abrirlos.
También los primeros astrónomos estaban
concentrados en encontrar medios para solucionar sus problemas más inmediatos.
Se requería la elaboración de un calendario, pues de ello dependían las
cosechas, los viajes, el comercio y el culto a sus divinidades. Parece natural
que para solucionar este problema se fijaran en lo invariante que encontraran
en su medio. No se podía atender a la mera lectura de los cambios –velozmente
mudables- de su contexto inmediato, pues tal es muy insegura y complicada (aún
hoy día). Más bien se buscaron unas instancias fijas que se reiterasen y que fungiesen
cuales faros inamovibles y constantes. Y así se vio a los cielos, a la luna, al
Sol, a los planetas y a las estrellas.
Para utilizarlos, se requería una
documentada organización de sus ciclos. Esto es más complicado de lo que parece
a primera vista: “Si al comienzo, la clasificación de los objetos celestes era
inevitablemente confusa no es de sorprender que las relaciones e interacciones
entre ellos hayan permanecido en la oscuridad aún más tiempo” (Toulmin &
Goodfield, 1971, 15). La construcción de calendarios fue una labor difícil, ya fueran solares, lunares o combinaciones de ambos. Cada uno
conllevaba dificultades distintas en el cálculo (Lindberg, 2002, 38-40). La
compilación de datos de los astrónomos babilonios se extendió durante milenios
y los problemas para organizarlos adecuada y simétricamente –con vistas en
conformar calendarios- los obligó a crear una desarrollada aritmética. Aquí se
pueden observar algunas características propias de la actividad comunitaria
racional: intersubjetividad y utilización del expediente empírico como
instrumento de corrección paulatina de las dificultades que se
vislumbran en las construcciones intelectuales. Empero, téngase en cuenta que
tales características se presentaron muy dilatadas en el tiempo, a través de
los esfuerzos de muchas vidas de dedicados astrónomos-matemáticos-sacerdotes.
Paralelo a este desarrollo, también “[d]esde
las épocas más remotas, muy anteriores por cierto a la aparición de algo que se
asemejase a la ciencia moderna, los hombres tomaron conciencia de que muchos
ciclos y cambios del Cielo y de la Tierra marchaban a la par. En la primavera,
cuando el Sol estaba día a día más alto en el cielo, la vegetación comenzaba a
florecer y las mieses a madurar; en el otoño cuando su camino se inclinaba
hacia el horizonte, también la vegetación decaía y el tiempo era más frío.
Análogamente, todos los meses, la Luna avanzaba en el cuarto creciente, las
mareas eran cada vez más altas y los débiles mentales tenían accesos de locura,
por lo que se los llamaba lunáticos (…)” (Toulmin & Goodfield, 1971, 15).
Otro de los resultados de toda esta observación fue la astrología. Claramente,
para una forma de ver el mundo que no incluye solo explicaciones de
determinaciones estrictamente naturales, era fácil confundir el mero acaecimiento
sucedáneo de sucesos con la identificación de peculiares relaciones de
influencia (Lindberg, 2002, 40-41). En el caso de los babilonios consideraron
que todos los astros eran dioses.
Llegamos así a otro punto de importancia:
los pocos temas en los que los babilonios buscaron dar cuenta del mundo, son
tratados mediante cosmologías y cosmogonías religiosas. La existencia de mundo
social y del mundo natural recibieron igual tratamiento. Aún ya en
el período helenista, los astrónomos babilonios seguían explicando el movimiento planetario mediante la apelación a las
voluntades de los dioses y a mitos.
“La estrecha unión de la astronomía
práctica con la mitología tradicional tuvo un doble efecto conservador. Por un
lado, hizo de la observación de los cuerpos celestes un deber piadoso y fue
motivo para la reunión y la preservación de los registros astronómicos; pero,
al mismo tiempo, rodeo al cielo y las estrellas de una aureola de santidad que
los sacó del ámbito especulación racional” (Toulin & Goodfield, 1971, 46). El
dar cuenta de la realidad y entender por qué las cosas funcionan como funcionan
–i.e. las instituciones sociales y los procesos naturales- fue siempre un tema
religioso. De esta forma, en todas estas cuestiones se mantuvo el desarrollo
pre-científico. En vez de hechiceros y difusos espíritus, nos encontramos ante
potentísimos dioses. No obstante, continúa apelándose a agentes que, con motivos y creencias, actúan sobre la realidad; apelación que, por lo demás, no podía ser
puesta en duda[2].
Esto nos muestra que aún nos encontramos lejos de las formas naturalistas
explicación del mundo. Y también es de importancia llamar la atención sobre el
contexto comunitario en que se desarrolla esta actividad intelectual. Se trata
de unas prácticas normativas netamente sacerdotales: la crítica es anatema, la
corrección y el cambio, herejía[3].
Con todo, la intervención no es
únicamente para dar cuenta de algún acontecimiento particular, sino que los
dioses dan cuenta también de procesos generales: la creación del mundo, el
ciclo de las estaciones, el movimiento de los planetas, etc. “El destino era un
decreto de los dioses. Pero los caminos de los dioses formaban un esquema en el
cielo que el intelecto podía comprender (…)” (Toulin & Goodfield, 1971, 46).
En síntesis, la astronomía y ciencia
babilonia:
(i)
Consistía en desarrollos intelectuales que pretendían solucionar
problemas prácticos de la vida, en especial, la constitución de calendarios y
el cálculo del acaecimiento de hechos astronómicos. En estos desarrollos había semejanzas con la ciencia posterior (v.g. griega), en especial en la atención que se daba a que
los datos fueran ordenados en modelos consistentes, así como al trabajo
intelectual comunitario.
(ii) No tenía construcciones teóricas puramente
naturalistas que explicaran el mundo. En cambio, este tipo de problemas fue
solucionado mediante la apelación a la religión y a agentes divinos. Estos dioses realizan acciones y estas son las que
explican la existencia y cambios en el mundo. Igual respuesta tiene la vida
social. En este punto, las conjeturas intelectuales babilonias se diferenciaron
poco de las de sociedades cerradas tribales.
(iii) La actividad intelectual de explicar y
describir el mundo se desarrolla en contextos pragmáticos en que imperan reglas dogmáticas (que podríamos también llamar sacerdotales). Son constitutivas de
esta práctica normativa la obediencia, la interpretación de lo ya dicho y la
acumulación incuestionable de los
dogmas.
(iv)
No obstante, estas explicaciones religiosas de los babilonios son
respuestas a clases de hechos o a sucesos muy amplios. Frente a la explicación
plenamente pre-científica de las sociedades cerradas tribales, en que se da principal
interés sucesos muy particulares de la vida de una persona o un pequeño grupo
de personas, los babilonios ya daban respuestas generales a clases de hechos
que por lo demás se reiteraban generación tras generación. Así, sus intereses
intelectuales se lograron desvincular de las dificultades inmediatas de la
vida.
2. Bibliografía consultada
- Burnet,
J. (1920). Early greek philosophy.
London: A&C Black.
- Cornford, F.M. (1957). From religion to phylosophy. New York:
Harper & Brothers Publishers.
- Coronado, G., Camacho, L., Delgado, J.,
Ducoudray, L., Fernández, M., Giglioli, G. y Herrera, R. (1979). Causalidad y Determinación. San José:
Ed. de la Universidad de Costa Rica.
- ________ (s.f.), Atomismo de leucipo y Demócrito como intento de
solución de la crisis eleática. Texto facilitado por el autor.
- Koyré,
A. (1985). Estudios galileanos (trad.
M. Gónzalez Ambóu). México D.F.: Siglo veintiuno editores.
- Lindberg,
D. (2002) Los Inicios de la
ciencia occidental, la tradición científica europea en el contexto filosófico,
religioso e institucional (desde el 600 a.C. hasta el 1450) (trad. A.
Beltran). Barcelona: Paidós.
- Popper, K. R. (1982). La Sociedad Abierta y sus enemigos
(trad. E. Loedel). Barcelona: Paidós.
___________ (1983). Conjeturas y Refutaciones, el desarrollo del conocimiento científico
(trad. N. Míguez). Buenos Aires: Paidós.
- Russell, B. A. W. (2004). Historia
de la Filosofía Occidental (trad. J. Gómez de la Serna y A.
Dorta, 2 vol.). Madrid: Austral.
- Toulmin, S. y
Goodfield, J. (1971). La
trama de los cielos (trad. N. Míguez). Buenos
Aires: Editorial universitaria de Buenos Aires.
[1]
No obstante, con pocas diferencias, las mismas consideraciones son aplicables a
los egipcios.
[1]
Probablemente, esta clase de abordaje fue transmitido a los griegos, incluidos
los primeros presocráticos; ver: Cornford, F.M. (1957). También, mi La
Moira y Anaximandro: una unión primigenia entre la ontología natural y lo
axiológico, visible mediante el vínculo:
https://luisdiegocascante.wordpress.com/2017/09/20/la-moira-y-anaximandro-una-union-primigenia-entre-la-ontologia-natural-y-lo-axiologico/
[1] La
idea de estas diversas prácticas normativas en la actividad intelectual me
viene de Popper (1983, cap. V), cuyo análisis las tradiciones de pensamiento e
institucionales de los presocráticos sigue pareciéndome de gran importancia y
agudeza.
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