Alejandro Guevara Arroyo
Hace un tiempo, el historiador de
la filosofía moderna y especialista en metafísica Juan Diego Moya le hizo una
pregunta de interés al filósofo de la ciencia Oscar Navarro (ambos profesores
de filosofía de la Universidad de Costa Rica). Es la siguiente: ¿por qué se
dice con frecuencia que el darwinismo no podía dar cabal cuenta de la
especiación biológica? Las siguientes reflexiones fueron motivadas por esta
incógnita y pretenden tanto precisar la problemática como darle respuesta.
Vamos a ello.
En primer lugar debe tenerse en
cuenta el contexto teorético en que se desarrolla el darwinismo. El darwinismo
pertenece a un supra conjunto de cuerpos teóricos que pretendían dar cuenta del
explanandum: ¿por qué y cómo hay diferentes especies de seres vivos? A esa gran
pregunta la respuesta más antigua y duradera en la historia del pensamiento, llamada
por fijista, establece que las
especies han aparecido en su forma actual desde el inicio de la vida y que los
eones no pueden introducir variaciones en ellas. El otro grupo de teorías,
contrario al fijismo, afirma que las especies se transforman y que el estado
actual es apenas un instante en la variante historia de la vida en este planta.
Esto últimos se denominan transformistas.
Ahora bien, Erasmus Darwin, el
abuelo de Charles, afirmaba el transformismo, pero no brindaba ningún mecanismo
sobre cómo se realizaba esa selección. Su nieto asumió dar respuesta a este
asunto y gracias a ello ganó la inmortalidad en la historia del pensamiento
científico. La idea clave de Darwin es que cada especie van siendo seleccionada
por las propias condiciones ambientales de su ecosistema. Un individuo b de una
especie z aparece y posee una característica que, para su medio ambiente,
constituye una ventaja comparativa que le permite adaptarse mejor (i.e.
sobrevivir) y transmitir esa característica a futuras generaciones. Tras el
paso de muchas generaciones se puede considerar que existe una nueva especie x,
conformada por individuos con las características triunfadoras en la lucha por
la existencia de aquel individuo b. El mecanismo también es aplicable para
explicar las especies desaparecidas y la diferenciación de adaptaciones de los
seres vivos entre distintos ambientes. El propio Charles complementó su famosa
hipótesis de la evolución de las especies mediante selección natural o lucha
por la supervivencia, incluyendo la posibilidad de otros mecanismos de
selectividad (v.g. la selección sexual).
Arribamos al problema que motiva
estas líneas. Se le cuestionó a Darwin cómo se transmitían esas características
contextualmente superiores de un individuo a otro individuo, esto es, que
mecanismo o leyes rigen la herencia individual. Evidentemente, debe existir un
mecanismo sobre la herencia que sea adecuado y compatible con la teoría de la
selección natural. Sí, hay individuos que surgen con alguna variación útil en
su medio para sobrevivir y prosperar y los que, en cambio, tienen
características poco propicias, a la postre pierden la lucha por la existencia.
Sí, claro, se reproducen lo que sobreviven. Pero, ¿cómo se transmiten esas
características? Sin esto, no sirve de nada la tesis de la lucha por la
existencia.
La respuesta de Darwin, me temo,
fue totalmente insatisfactorio e implicó un duro golpe al darwinismo durante
varias décadas. En El origen de las
especies Darwin señala que las leyes de la herencia son desconocidas. No
obstante, acosado por el problema, posteriormente desarrolla una respuesta: cada
padre trasmite la mitad de sus características a su progenie. Esta solución parcial
al problema ya es totalmente inadecuada para la tesis de la evolución de las
especies por medio de selección natural. Esto por la evidente razón de que si
cada padre pasa sólo la mitad de sus características, tras pocas generaciones se
habrá diluido el factor inherente de un individuo que le permitió ser un
triunfador y la especiación por selección natural no se daría.
¿Si esto es así, por qué ha
triunfado la evolución por medio de selección natural en la biología actual?
Porque al tiempo que Darwin fallaba en dar respuesta al problema de la herencia,
un monje austriaco estaba encontrando la solución adecuada. Gregor Mendel logró
explicar adecuadamente las leyes de la herencia entre individuos, mediante un
estudio que publicó tras mucho examinar distintas generaciones de guisantes que
él cultivaba. El mundo científico no reconoció en su momento el logro que
significó esta teoría y el propio Darwin dejó abandonada una copia del estudio
que el propio Mendel le envió, perdido entre el montón de correspondencia que
recibía el ya célebre inglés. La teoría en cuestión determinaba que existían
unas características dominantes, que se expresaban fenotípicamente y unas
recesivas, que en cambio tendían a no revelarse. Mediante las leyes que Mendel
desarrolló se precisaba además la forma en que tales regularidades sucedían.
Sobra decir que esto nos lleva directamente al estudio en genética y ADN
contemporáneos.
Como
si fuera poco, la teoría de Mendel es lógicamente compatible con la teoría de
la evolución por selección natural (y las otras formas de selección que la
precisan) y científicamente se complementan. De forma que esta problemática dio
como resultado un desarrollo teoréticamente más exacto y potente sobre las
regularidades nomotéticas que rigen toda la naturaleza.