Caminaba
cerca del mausoleo de Adriano, en donde se encuentra Marco Antonino Aurelio,
cuando una masa difusa y vociferante que se me plantó agresivamente. Ante estas
gentes, me sentí intimidado, pero me paré ahí y les dije:
-¿Por
qué venís vociferantes e indiferenciados? ¿Por qué me agraviáis con vuestros
insultos?
- Te
encaramos y te insultamos, pues hemos escuchado que te niegas a asistir a la
eucaristía desde hace años y nos ofende tu incredulidad públicamente
manifestada.
- Paso mis
días ocupado meditando en los asuntos de la justicia y el bienestar, en cómo
trabajan los planetas y el suelo bajo nuestros pies. Con el poco tiempo que me
queda, trato de ayudar a mis congéneres más cercaneos y a aqullos que considero
más necesitados. ¿Por qué censuráis mis acciones?
- ¡Ajá! Te
hemos pillado en la ignorancia y en la blasfemia. Confiesa que el mal del mundo
existe, pero que es demasiado poderoso para que tu pensamiento y tus pequeñas
acciones lo afecten. Solo la vida santa y devota a los ritos puede ayudar a
este mundo, pues el Dios omnipotente que rige este y el otro mundo, es el único
que puede traer paz y prosperidad a esta y todas las ciudades del mundo.
- Podría
estar de acuerdo con ustedes, si me permitís al menos que os haga unas cuantas
preguntas y si concedéis responderme.
-Adelante,
exclamaron vehementemente.
Recordé una enseñanza que leía en un
viejo manuscrito de Epicúreo y planteé a la masa las siguientes consultas.
-Dicen que el
ente al cual llamáis Dios es omnipotente.
-Es parte de
su definición y de su esencia.
-¿Pero
aceptáis que existe el mal en el mundo?
-Nada más
evidente: niños con hambre, viejos enfermos, sufrimiento, guerras y tragedias
por doquier.
-¿Supongo que
consideráis a este ente omnipotente como bondadoso y contrario a cualquier mal?
-Obviamente.
-Decidme:
¿Permite el mal este Dios?
-No lo
permite. Lo odia y lucha en su contra.
-Pero aun así
existe, de lo que se sigue que su lucha no es efectiva. De lo que se sigue que
su potencia no es suficiente. Por tanto, no es omnipotente.
-Blasfemas.
Claro que es omnipotente, dijo la masa.
-Pero si lo
es y mantiene el mal, entonces ha de ser porque le da lo mismo su existencia o
le place. Por tanto, es responsable de la subsistencia del mal. De lo que se
sigue que no es bondadoso.
-Parece ser.
Lo concedemos, si te parece (dijeron algunos diferenciándose).
- Pero si es
capaz y bondadoso, ¿por qué sigue manteniéndose el mal? Pero existe, lo habéis
aceptado.
-Sí.
- Por
otra parte, si insistís conque el humano es quien escoge el mal, debo
recordaros que si Dios es omnisciente, también debió prever la posibilidad de
las malas acciones y pudiendo impedirlas, no lo hizo. Nuevamente, nos
encontramos conque debemos suponer que el ente divino o no era omnisciente o
que su potencia era limitada (o ambas).
- No podemos
negarlo.
-Luego ese
ente no es capaz ni bondadoso. Por tanto, ¿por qué le llamamos Dios?
Luego de
esto, la masa se dispersó y me retiré conversando con algunos de ello.
Algunos pensadores dicen que Dios no interfiere para nada en la maquinaria de la creación aparte de ponerla en movimiento y simplemente se dedica a observar, como un científico que observa un gran experimento.
ResponderEliminarGracias por su comentario. En efecto, esta sería -por ejemplo- la posición de algunos cartesianos. Empero, no afecta el problema teológico del mal. En otras palabras, aun es posible atribuir malevolencia al ente divino, pues -a pesar de conocer las posibles y probables consecuencias (debido a su omnisciencia)- organizó el mundo de tal forma que permitió el mal.
EliminarAhora, en caso que no fuera el artífice de una específica organización del mundo y su acaecer, sino que sólo les diera el "impulso inicial", entonces no sería el creador absoluto. En este caso, tendríamos dos problemas teológicos complejos: ¿Quién entonces creo esta forma específica de organización y acaecimiento del mundo? y ¿Por qué considerar al ente divino omnipotente, si no creo dicha organización y forma de acaecimiento del mundo?