Alejandro Guevara Arroyo
“Quizá pueda usted denunciar
estos escrúpulos [(i.e. rigurosidad en los términos y en las inferencias)] y
protestar por el hecho de que hay más cosas en los cielos y la tierra de las
que pueda soñar mi filosofía. Pero yo me preocupo más bien de que en mi
filosofía no haya más cosas soñadas que las que hay en el cielo y en la tierra”.
Nelson Goodman, Fact, Fiction and Forecast, 30.
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martes, 10 de diciembre de 2013
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Apuntes sobre crítica y racionalidad
Alejandro Guevara Arroyo
In all things I have made the vow to follow reason…
Bertrand Russell, 1989, 47
[L]a
doctrina socrática de la ignorancia es
extremadamente importante. […] Ahora sabemos que incluso el mejor
conocimiento adquirido en las ciencias […] no constituye conocimiento en
sentido clásico [i.e. episteme] […]. Esto conduce a una verdadera revolución en
el concepto de conocimiento: el conocimiento de las ciencias […] [debe
considerarse] conocimiento por conjetura.
Es mera labora conjetural
Popper, 1994, 65
Pero
por lo que respecta a la verdad certera,
ningún hombre la ha conocido ni la conocerá; Ni acerca de los dioses, ni
tampoco de todas las cosas de las que hablo. E incluso si por azar alguien
pronunciase la verdad perfecta el mismo no sabría: pues todo no es más que una
tela tejida de conjeturas. Los dioses no revelaron, desde los comienzos, todas
las cosas a nosotros; pero en el curso del tiempo, podemos aprender buscando y conocer mejor las cosas.
Jenófanes[1]
¿Qué
papel tiene la crítica en la actividad intelectual? ¿Es importante? ¿De ser el
caso, qué puede ser esto a lo que llamamos crítica?
Los siguientes párrafos presentan mis opiniones sobre esta cuestión.
Se ha
defendido que el conocimiento son afirmaciones que podemos considerar
verdaderas con certeza y justificadamente. El rechazo en especial al
requerimiento de certeza, ha conllevado un escepticismo epistémico
característico. Dentro de esta concepción sobre el conocimiento, la crítica tiene el
papel de brindar un tamiz (valga la metáfora) para las creencias verdaderas. Empero, una vez
alcanzada tal creencia con certeza verdadera, la actividad crítica se queda sin
función epistemológica alguna.
Pero
si cambiamos la perspectiva, si vemos el
asunto desde otro ángulo, quizá podamos apreciar la actividad intelectual de
una forma diferente. Veamos puntualmente algunas tesis fundamentales de tal
variación de perspectiva.
En
primer lugar, partiré de la tesis según la cual los humanos tenemos una
participación en una serie de hechos del mundo. Llamaré a esta clase
característica de hechos: acciones humanas. En ellas, la auto-determinación (como
clase de determinación) tiene algún papel en el acaecimiento de dichos hechos.
Tienen así una subsistencia epistémicamente objetiva (SEARLE). Empero, no son ontológicamente
objetivos.
Ahora
bien, nuestra actividad intelectual es una cierta clase de acciones humanas.
Por medio de ella, los humanos creamos una clase de objetos ideales muy
peculiares, que son también epistémicamente objetivos: nuestros constructos
intelectuales. Claro que son ontológicamente subjetivos: no existirían si no
hubiera nadie para relacionarse con ellos. No obstante, ganan independencia
epistemológica una vez se han formulado y de ellos pueden deducirse otras
ideas o incluso, prescripciones para el accionar humano.
Por
cierto, las inferencias que se pueden extraer legítimamente de nuestros
constructos intelectuales, constituyen su forma de relación característica. En acuerdo con tal distinción, no son lo mismo nuestros meros fenómenos subjetivos y
nuestros constructos intelectuales y las clases de relaciones que ellos tienen.
Aunque estos últimos emergen de la
actividad humana, sus características principales no son reductibles a los
fenómenos mentales.
De
forma que nuestras ideas sobre la naturaleza, la sociedad y cómo debemos vivir
nunca dejan de ser nuestras construcciones. A partir de esto, sobreviene un
problema clave: ¿por qué son preferibles unas y no otras de estas
construcciones? Mi respuesta es: porque sobreviven a distintas formas de
crítica y este procedimiento es el más deseable.
***
Permítaseme
el siguiente excurso: no deseo que se confunda la independencia epistémica que
es una propiedad de los constructos intelectuales, con otra cuestión muy
diferente: aquella sobre el papel propagandístico o emotivizante que tiene el
mal uso de nombres de constructos
intelectuales o versiones significativamente depauperadas de ideas y
teorías. Esto es cuestión pragmática muy común en esferas de la política y de
la manipulación de masas y ha sido inadecuadamente asumida por algunos grupos
de pensadores e investigadores sociales (marxistas o sobre ideologías) como los
efectos de los constructos
intelectuales.
Empero,
claramente no es el caso, pues un constructo intelectual f es –al menos pero imprescindiblemente- lo que ese constructo
dice: sus tesis fundamentales, teoremas (por llamarles de alguna forma) y
las relaciones entre ambos. No obstante, en los casos de mal uso de los nombres
de algún constructo intelectual para provocar efectos emotivizantes en grupos
humanos, no nos encontramos ante derivaciones de esos constructos, sino ante
las consecuencias de otros conjuntos de creencias que se encuentran detrás del
mal uso de tales nombres.
Por
poner algún ejemplo histórico: el nombre de la teoría de la evolución
darwinista ha sido y es a veces utilizada para justificar opiniones y/o
acciones xenofóbicas y discriminatorias de algunos grupos humanos (nacionales,
civilizados, arios, ricos…) contra otros grupos humanos (extranjeros, barbaros,
afro-descendientes, pobres…). Para esto, se dice –en pocas palabras- que hay
algo así como un progreso humano y natural. Se le agrega que un grupo de
personas tiene algún papel aventajado en tal progreso (i.e. es evolutivamente
triunfador), mientras que los otros grupos son evolutivamente retardatarios.
Finalmente, así se justifican
posiciones morales y políticas discriminatorias variadas.
Este
tipo de tesis nada tiene que ver con el darwinismo. En la teoría darwinista de
la evolución de las especies correctamente considerada ni existen tales ideas
ni se le pueden inferir tales consecuencias, por las siguientes razones. (i) Primeramente,
los conceptos de progreso, superioridad y mejoría, son contextuales a un medio
ambiente. No afirman una progresión ininterrumpida e invariante. Los
especímenes triunfadores en un medio ambiente pueden no serlo en otros. De
forma que el presupuesto del progreso lineal no se encuentra en la teoría de la
evolución. (ii) Ante todo, la teoría darwinista es una teoría explicativa que
no posee valores morales en su cuerpo teórico, de forma que pretender concluir
consecuencias valorativo-morales constituye una falacia naturalista. Por
cierto, la afirmación de que la teoría darwinista sí contiene valores morales
debe ser demostrada. Atendiendo a lo que una teoría es, tal prueba sólo puede consistir en localizar una tesis o
hipótesis valorativa. Que yo sepa, esto no se ha logrado encontrar.
Por
cierto que de las teorías explicativas por supuesto que se pueden inferir
realmente cuestiones de importancia para el accionar humano. Las teorías puramente explicativas pueden ser utilizadas para desarrollar
teorías de ciencia aplicada y de tecnología. Como parte de estos desarrollos lógicamente posibles de dichas teorías,
podemos derivar resultados que valorados mediante tales o cuales sistemas
éticos, pueden ser bastante controversiales. Verbigracia: el desarrollo de la
bomba atómica, la experimentación en animales y personas para probar productos
médicos o la fertilización in-vitro.
Con
todo y ser indudablemente interesante este asunto, dejémoslo para otra ocasión
más propicia y regresemos a las disquisiciones principales.
***
Volvamos
al papel de la crítica en nuestra actividad intelectual. Como dije, la solución
racionalista ante el problema de la deseabilidad[2]
de un conjunto de constructos intelectuales frente a otros es: es racional
aquel producto de una actividad intelectual dirigida críticamente y a su vez,
son correctos aquellos constructos intelectuales que sobreviven a la crítica.
Empero, tanto los términos “crítico” como
“racional” son vagos y ambiguos. Por ende, a)
se requiere una aclaración de tales términos, que permita entender las
consecuencias reales de asumir tal
dirección. b) Se debe dilucidar
porqué la asunción de tal actitud racional-crítica es la respuesta a un problema axiológico y c) junto con tales explanación, debemos
incorporar las justificaciones de tal perspectiva. Se dedican las siguientes
líneas en dar respuesta a estos puntos.
(i) “Racional”: Se entiende
“racionalismo/racionalidad” en dos sentidos: 1- Aquella actividad intelectual, diferenciable de la mera acción
motivada emotivamente, 2- la actitud que procura resolver la mayor cantidad de
problemas acudiendo a explicación,
razones y discusión crítica. Esto implica que, para que las tesis
defendidas sean aceptables, estas deben ser justificadas y sometidas a examen
crítico. Los productos intelectuales que tienen la posibilidad (lógica y
epistemológica) de ser criticados, reciben la propiedad de ser racionales.
Extendámonos
en la exposición de esta actitud. Este fue el talante de Sócrates, cuando
señaló “Porque yo, no sólo ahora sino en todo tiempo, estoy dispuesto a
obedecer, no a nadie de los nuestros, sino a la razón […] que se me presente
como la mejor” (Platón, Critón, 46b).
“[Tal
forma de actitud intelectual implica,] la conciencia de las propias
limitaciones; […] la modestia intelectual de aquellos que saben con cuánta
frecuencia yerran y hasta qué punto depende de los demás aun para la posesión
de este conocimiento; [esta es] la compresión de que no debemos esperar
demasiado de la razón, de que todo argumento raramente deja aclarado un
problema, si bien es el único medio para aprender, no para ver claramente, pero
sí para ver con mayor claridad que antes” (Popper, 1982,
395).
Ahora
bien, -como ya se señaló- tal actitud es la respuesta un problema axiológico.
Exploremos por qué y justifiquemos la decisión asumida. Para esto, debe
distinguirse entre una tesis racionalista-esencialista
o comprensiva, por un lado, y un racionalismo
crítico (hasta de sí mismo), por el otro.
Podemos
considerar a la primera como la posición de aquel individuo que defiende que
‘no está dispuesto a aceptar ningún punto que no pueda ser justificado’. De
esta forma, solo las tesis con un fundamento que –con certeza- sea correcto será
digna de ser considerada aceptable.
“Pues bien; no es difícil ver que este principio del racionalismo
[comprensivo] es inconsecuente, pues dado que no puede, a su vez, apoyarse en
ningún razonamiento ni experiencia, él mismo nos indica que debe ser descartado”
(Popper, 1982, 397).
Así, el racionalismo comprensivo cae por su
base. “La actitud racionalista se caracteriza por la importancia que le asigna
al razonamiento y a la experiencia. Pero no hay ningún razonamiento lógico ni
ninguna experiencia que puedan sancionar esta actitud racionalista, pues sólo
aquellos que se hallan dispuestos a considerar el razonamiento o la experiencia
y que, por lo tanto, ya han adoptado esta actitud, se dejarán convencer por
ellos” (Popper, 1982, 398).
Quiere
decir que, este primer paso en favor de la racionalidad es una decisión. “El
hecho de que en [la actividad intelectual] sea imprescindible tomar ciertas
decisiones es algo que últimamente viene siendo subrayado con insistencia desde
distintos sectores” (Albert, apud., Haba., 2008, 326). Sin embargo, esto no
implica que sea necesaria una paranoia irracionalista y escéptica. Es cierto
que tenemos la posibilidad de escoger una actitud irracionalista. Pero también
podemos elegir una forma crítica de racionalismo. Mediante tal actitud, se
habrá abandonado la ingenuidad de la autosuficiencia y se dará cuenta
honestamente de las propias limitaciones[3].
Se aceptará la actitud racional[4]
como la más deseable, teniendo en cuenta que tal es una decisión. Esta es la
tesis racionalista crítica. Esta elección “no es simplemente una cuestión
intelectual o de gusto […]. Es una decisión moral. En efecto, según que
adoptemos una forma de irracionalismo más o menos radical o solamente ese grado
mínimo que hemos denominado ‘racionalismo crítico’, variará nuestra actitud
total hacia las demás personas y los problemas de la vida social” (Popper, 1982,
399).
(ii)
“Crítica”:
A continuación, nos incumbe desarrollar un concepto de crítica. Comencemos con la actitud crítica. “El impulso crítico […]
consiste esencialmente en una ACTITUD (dirección) fundamental adoptada por la
INTELIGENCIA” (Haba, Metodología
realista-crítica y ética del razonamiento judicial (Realismo jurídico como
alternativa práctica al discurso normativista de los jueces, 512). Tal
impulso crítico, es un talante de
observación y análisis de elementos que se han fosilizado y olvidado, inmersos
en nuestros hábitos de pensamiento. Igualmente, este talante se materializa en
argumentos que pretenden refutaciones aún de aquellas concepciones que nos
resulten queridas[5].
Así, la postura crítica –como parte de
lo que F. Waissmann destacó para el pensamiento filosófico-: [E]s penetrar esa
corteza muerta de la tradición y lo convencional, rompiendo esas cadenas que
nos unen a preconcepciones heredadas, para lograr una nueva y más amplia forma
de ver las cosas.”[6]
Para
el desarrollo del conocimiento mediante argumentos, la crítica es de principal
relevancia. Esto pues, no es suficiente brindar cualquier respuesta a los problemas –cognoscitivamente
interesantes-. Deben ser soluciones aceptables. La crítica es el mecanismo
intersubjetivo mediante el cual se investiga la idoneidad de tales soluciones,
en busca de la mejor. De ahí que podemos decir con Stendhal:
Todo
buen razonamiento ofende.
Es esta “la actitud del bufón [que]
consiste en el esfuerzo permanente del pensar sobre las posibles razones de las
ideas contrapuestas; es, sencillamente, la superación de lo que sea aceptado
simplemente porque es. Nosotros nos inclinamos por la filosofía del bufón, es
decir, por la actitud de lúcida desconfianza frente a todo Absoluto.”(Kolakowski,
apud, Haba, 2008, iv).
Tal actitud se corresponde con un principio metódico de criticismo falibilista
y consecuente y con la idea del examen crítico[7], desde los cuales se establece el
sometimiento a la crítica, mediante argmentos, de toda tesis. Así, no existen autoridades para el conocimiento.
Dicho
principio puede enunciarse así “Debe darse la bienvenida a toda fuente y a toda
sugerencia; y toda fuente, toda sugerencia, deben ser sometidas a un examen
crítico.” ., Popper, 1983, 37. “[L]a idea
del examen crítico, de [que] discusión crítica [debe utilizarse en] todos
los enunciados que están en cuestión, con ayuda de argumentos racionales,
entonces se renuncia, ciertamente, a las certezas auto-producidas, pero se
tiene la perspectiva de acercarse más a la verdad mediante el ensayo y el error
[…] sin llegar, por cierto, jamás a la
certeza.” (Albert, (1971,
58)
La
crítica (todo lo destructiva que pueda ser) es parte de la actividad
intelectual racional. Es un segmento relevante de esa forma de vida (WITTGENSTEIN).
(iii) La
búsqueda de solucionar problemas por medio de argumentos y la crítica de tales
propuestas de solución, constituyen ambas la actitud racionalista crítica. La
decisión por tal opción como la más deseable no deja imperturbables el resto de
los ámbitos de nuestro pensamiento y creación humana. Muy al contrario, afecta
las concepciones epistemológicas[8],
determina nuestra forma de comprender las teorías descriptivas con que
explicamos el mundo, influye en la apreciación de nuestras posiciones éticas y,
finalmente, nos pone con nueva postura frente a las propuestas políticas.
Esta actitud se contrapone directamente al
dogmatismo y al irracionalismo, vehículos ambos del fanatismo ético y de programas
políticos totalitarios[9].
***
Bien. He intentado bosquejar algunas
ideas y máximas que guían lo que considero una forma de actividad intelectual
valiosa, todo lo cual tiene importancia en cuestiones de índole epistemológico
sobre los constructos intelectuales (pero esto es tema para profundizar en otro texto).
En conclusión: es en
esta actitud racionalista crítica que
se considera valioso “[e]l pensamiento […] subversivo y revolucionario,
destructor y terrible, [que] no tiene piedad con los privilegios, las
instituciones establecidas y los hábitos cómodos. [Ese] pensamiento […]
indiferente a la autoridad y [que] no le importa la sabiduría acumulada por los
siglos. El pensamiento [que] mira al abismo del infierno y no le tiene miedo…”
(Russell, 1992, 19).
Bibliografía
Albert, H. (1971). Tratado sobre la razón crítica (trad. R. Gutiérrez Girardot).
Buenos Aires: Sur
Haba, E.P. (1990,
Mayo-Agosto). Racionalidad y método para
el derecho: ¿es eso posible?. San José,
Revista de Ciencias Jurídicas, 66,
67-133.
_____________(Compilador) (2008) Elementos básicos de Axiología General,
Epistemología del discurso valorativo práctico. San José: Ed. de la
Universidad de Costa Rica.
Platón
(1977). Critón (traducción e
introducción de Alfonso López Martín). San José: ed. de la Universidad de Costa
Rica.
Popper, K.R. (1982).
La Sociedad Abierta y sus enemigos
(trad. E. Loedel). Barcelona: Paidós.
___________ (1983). Conjeturas y
Refutaciones, el desarrollo del conocimiento científico (trad. N. Míguez).
Buenos Aires: Paidós.
___________ (1994),
En Busca de un mundo mejor (J. Vigil Rubio). Buenos Aires: Paidós.
Russell
(1989).
Autobiography. London: Unwin
Paperbacks.
___________ (1992).
Sobre Dios y la religión (traducción de Jordi Fibla). Barcelona: Martínez
Roca.
[1] El primer
epígrafe alude a una moral intelectual. La segunda cita, es una síntesis
adecuada de una doctrina epistemológica fundamental sobre qué es deseable
conocer y entender y qué lo hace deseable. El tercero reitera esto lo conecta
con la cuestión del conocimiento como conjeturas preferibles.
[2] Este es un
problema axiológico, aunque no moral. Este problema pertenece al conjunto de
los problemas sobre valores que Ortega y Gasset llamó espirituales. Específicamente,
al sub-conjunto de las cuestiones de valores epistémicos.
[3] Hans Albert ha
de-fragmentado el argumento e investigado críticamente todas las posibilidades
en la problemática de la racionalidad crítica frente al esencialismo dogmático
(sea racionalista comprensivo, sea irracionalismo intuitivista). Tal autor,
inquiere tal enfrentamiento y sus consecuencias en la discusión
epistemológica, llegando a relevantes
resultados. Es en este contexto que Albert formuló su conocido trilema de
Münchausen. El trilema se sintetiza de la siguiente forma: La aplicación
consecuente del principio de que toda
tesis requiere un fundamento cierto y seguro, nos lleva -lógicamente- a
tres posibilidades problemáticas: 1. Un regreso infinito en la cadena de
fundamentos. 2. Una petición de principio en la cadena de fundamentación. 3. La
interrupción abrupta del procedimiento inferencial. La respuesta de Albert es
precisamente consecuencia del abandono de tal posición, en favor de un
racionalismo crítico. Por esto, estatuye un principio metódico de criticismo falibilista y consecuente
aplicable a todos los problemas y soluciones. Parte de esto se cita infra, texto
de la nota al pie 17. Vid. Hans, Albert, 1971.
[4] “Racional” según
se definió supra.
[5] Aún en los
contextos donde la crítica racional juega su mayor papel -i.e. la discusión
científica- la historia muestra que los científicos en cuestión puede no tener
siempre tal personalidad crítica. Aún así, esto sin afectar la racionalidad de
la actividad científica e igualmente, de las teorías científicas. Parece ser
que ahí es suficiente la siguiente meditación: “Y no puedo pensar racionalmente
todo el tiempo, ni tampoco puede hacerlo mi colaborador, ni menos aún mi
crítico. Pero estos me suplen o corrigen cuando fallo, y entre los tres
logramos ensamblar un sistema auto-correctivo dentro el cual permaneceremos
cuerdos y fuera del cual desbarramos” (Bunge, apud, Haba, 1990, Mayo-Agosto, 81).
[6] Waissmann, Friedrich: How I see philosophy, “[I]s the piercing of that death crust of
tradition and convention, the breaking of those fetters which bind us to
inherit preconceptions, so as to attain a new and broader way of looking at
things” (trad. mía).
[7] Vid, supra, nota al pie 9.
[8] En contra del
racionalismo crítico, el irracionalismo subraya que las tesis sean justificadas
apelando a variopintas autoridades en el conocimiento. “Sugiero que lo que
debemos hacer es abandonar la idea de las fuentes últimas del conocimiento y
admitir que todo conocimiento es humano; que está mezclado con nuestros
errores, nuestros prejuicios, nuestros sueños y nuestras esperanzas; que todo
lo que podemos hacer es buscar a tientas la verdad, aunque esté más allá de
nuestro alcance. Podemos admitir que nuestro tanteo a menudo está inspirado,
pero debemos precavernos contra la creencia, por profundamente arraigada que
esté, de que nuestra inspiración supone alguna autoridad, divina o de cualquier
otro tipo” (Popper, 1983., p. 40).
[9] “Ya hemos dicho
que el racionalismo [crítico] se halla íntimamente relacionado con la creencia
de la unidad del género humano [. Esto pues, la propia autoridad de una persona
determinada no asegura la verdad o idoneidad de lo que dice. Solo las razones
lo demuestran. Así, en este respecto, todas las personas son semejantes.] El
irracionalismo, al que no obliga ningún deseo de consecuencia, puede darse en
combinación con cualquier tipo de creencia, incluyendo la fe en la hermandad de
los hombres; pero el hecho de que pueda combinarse fácilmente con otros credos
completamente distintos y, especialmente, el de que se preste fácilmente al
apoyo de una creencia romántica en la existencia de un cuerpo elegido, de una
división de los hombres en conductores y conducidos, en amos y esclavos
naturales, nos demuestra claramente que la elección entre el irracionalismo y
el racionalismo crítico involucra una decisión [ética y política]” (Popper, 1982,
399).
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