.

.

sábado, 20 de agosto de 2016

Sobre libros y escritura

Alejandro Guevara Arroyo

Stat rosa prístina nominie, nomina nuda tenemos
Bernando Morliancese (citado por U. Eco)

          Un gato sano persigue cuanto le parece interesante. Mientras tanto, una paloma intenta estar atenta lo suficiente para no ser atrapada por aquel. Lo que el gato encuentra interesante es una característica en su comportamiento que ha sido paulatina y evolutivamente desarrollada en su especie. Otro tanto es cierto para los recursos con los que cuenta la paloma para escapar del gato (incluido el nerviosismo con que vive). Mientras tanto, nosotros, los humanos, también tenemos instrumentos desarrollados evolutivamente. Por supuesto, el más característico es la cultura. No hablo aquí de tal o cual manifestación de la cultura, sino de la posibilidad de generar cultura. Empero, sí se infiere de tal supuesto que cualquier manifestación cultural específica está en el campo de posibilidad de una capacidad biológica evolutivamente desarrollada. Qué implicaciones tiene lo anterior es una discusión que se puede posponer. Ahora bien, tal idea es aplicable para una de nuestras creaciones más importantes: el lenguaje.
     El lenguaje, como fenómeno, esto es, como hecho perceptible para cualquier humano, está constituido por un basamento o manifestación real, de la cual están asidos –por hablar metafóricamente- contenidos ideales. A través de la historia, en ocasiones se ha entendido que estos contenidos ideales son hechos mentales de alguna clase o -según otros- que son alguna entidad independiente y ontológicamente diversa tanto a lo físico como a lo mental.
      Ahora, el lenguaje no se desarrolla evolutivamente por sus características físicas o químicas. Se desarrolló porque mediante él logramos:
(i)          Provocar y transmitir estados anímicos; función que compartimos con las expresiones de otros animales.
(ii)         Signar/representar aspectos, hechos y relaciones de hechos. Esta función es casi exclusiva de nuestra especie y en ninguna otra se ha desarrollado con tanta complejidad. La ciencia está constituida mediante signos que expresan proposiciones sobre los hechos, sistemas de hechos y estados de cosas.  
(iii)       Signar/representar más signos o representaciones. También esta es una actividad complicada y, sin duda, totalmente exclusiva de nuestra especie. Por cierto, en la actividad intelectual occidental esta función ha tenido un desarrollo sin precedentes.
      Estas funciones del lenguaje son sobresalientes sin duda y por lo menos en lo referido a las dos primeras, nos acompañan desde hace mucho tiempo. Empero, en la mayor parte de ese trayecto, siempre se han manifestado mediante la palabra oral. En cambio, otra cosa debe decirse de la expresión escrita del lenguaje. Veamos.
      Según se desprende de los estudios histórico-lingüísticos y antropológico-lingüísticos, la palabra escrita es un logro relativamente reciente de la humanidad. Antes de eso, se extienden desiertos de generaciones en que prevaleció solo el signo transmitido oralmente. Mas la palabra oral, tan importante en la vida diaria, es  voluble y su significado demasiado variante. Se va pronto y los recuerdos sólo mantienen versiones deformadas de lo dicho. Por esto, no debe sorprender que los místicos (verbigracia: Jesús o Pitágoras), den prioridad a la oralidad sobre la escritura: pues se requiere provocar el estado de ánimo místico y así acceder a la iluminación respectiva. Para logarlo, el contenido y la precisión de lo dicho son de poca importancia y cierta deformación es irrelevante.
        Conjeturo que la tradición racional-crítica (nacida con los presocráticos jónicos) requiere la palabra escrita. Requiere libros. No se puede hacer ciencia, ni filosofía, sólo con el signo expresado oralmente, pues para ambas actividades se requiere la supervivencia, a través de largos periodos de tiempo, de signos que expresan significados identificables y proposiciones analizables.  Para el progreso racional (o para el progreso, a secas) del conocimiento, se requiere del trabajo pausado y constante de generaciones. Por esto se necesita la prevalencia intersubjetiva de aquello que se ha dicho. Se necesita discutir, contra-argumentar, criticar y corregir y no meramente una difusa intuición con vistas en acceder y provocar estados de ánimo e imágenes.  Servir a tal fin, diría yo, es quizá la más elevada función para la vida intelectual de occidente que ha tenido la escritura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario