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miércoles, 5 de noviembre de 2025

Algunas rutas del pensamiento de Roberto Gargarella: Constitucionalismo y Democracia

Alejandro Guevara Arroyo

 

 

Recientemente apareció, en el medio Alegato Podcast, una interesante entrevista a profundidad a Roberto Gargarella, importante pensador argentino de la Democracia y la Constitución. Ahí están sus temas dilectos, por supuesto. Encontré, aun así, alguna nueva vuelta de tuerca interesante. Comparto a continuación una breve síntesis en mis palabras y con algunos comentarios propios:

1.       Las constituciones en América Latina tienen deficiencias que son producto de una técnica característica: acumulan diversas estructuras que responden a distintos ideales y objetivos dentro de un mismo cuerpo normativo.

2.       Por otro lado, la “sala de máquinas” de esas constituciones aún porta la “marca de agua” de uno de sus momentos constitucionales (Ackerman): el pacto liberal-conservador de mediados y fines del siglo XIX.

3.       Dicha técnica y ese momento constitucional dan forma a algunas de las facetas características de las constituciones latinoamericanas contemporáneas. V. gr.:
(a) Su estructura de pesos y contrapesos, característicamente elitista, con inclinación histórica al presidencialismo (a este respecto, Costa Rica presenta rasgos atenuados dentro de esa tradición constitucional);

(b) la constitución “con dos almas” (innovación, amplitud e igualitarismo en las cartas de derechos; estancamiento y elitismo en la sala de máquinas).

4.       En la entrevista, Gargarella también aborda lo que en ámbitos académicos se conoce como la tensión entre constitucionalismo y democracia. Su punto central es que dicha tensión no es coyuntural, sino que proviene de que son modelos y estructuras constitucionales que responden a diversos ideales, diversos ethos (mis palabras).

5.       El constitucionalismo fue pensado fundamentalmente para contener el poder del gobierno, con el objetivo último de que ninguna de las partes de la sociedad oprimiera a otra y, así, generar estabilidad social.

Agregaría que, en su versión liberal, el constitucionalismo busca preservar lo que concibe como espacios prepolíticos en donde se desarrolla la genuina libertad, que son ante todo el mercado y la familia. En cambio, hoy como ayer, y con todas las declinaciones históricas que se quieran, el ideal democrático no puede sino ser el autogobierno del pueblo. No es un ideal de contención del poder, sino de cómo constituirlo legítimamente.

6.       Esta tensión de base se hace explícita en diversos momentos históricos. Gargarella menciona el momento notable de la expansión del sufragio a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Aunque debe notarse que dicha expansión fue inicialmente sobre la población masculina, la vigencia de dicho mecanismo (montado sobre la acción política de masas ciudadanas y lo que ello implicaba) hace “estallar” al constitucionalismo clásico. La preocupación por la disfunción de dicho mecanismo con respecto a la dinámica de la ‘democracia de alta intensidad’ se nota en los esfuerzos de pensadores de la época para pensar la democracia: Weber, Schumpeter y Dahl intentan entender “qué hacer con eso”. De fondo, sin embargo, hay una incomodidad con la democracia “de alta intensidad” y con la tendencia rousseauniana que ahí se vislumbra.

7.       Esta “escena” institucional sobrevivió porque las instituciones intermedias (en especial, partidos políticos de masas) lograron procesar lo que se me ocurre denominar la tensión “rousseauniana” provocada por el voto universal. Empero, Gargarella es escéptico de que en nuestro tiempo las instituciones democrático-representativas puedan recuperar esa funcionalidad y legitimidad. Y el problema es estructural: se encuentra en la sociología política actual, conformada por personas con demandas demasiado diversas para articularse en cuerpos homogéneos que luego puedan ser traducidos en unas pocas ideologías y estructuras de representación. Por ello, hoy la representación política se presenta, en palabras de Fernando Atria, como “ideas muertas”.
Los populismos actuales y otras “extravagancias” son epifenómenos de este trasfondo sociopolítico profundo. De ahí que, si desaparece una figura populista dada, pronto aparecerá otra. Las condiciones sociopolíticas y socioconstitucionales están dadas para ello.

8.       En esta entrevista, Gargarella omite mencionar otro nivel de nuestra sociología política actual que entiendo afecta los presupuestos de nuestra vida democrática de modo aún más profundo; y que pone en crisis las instituciones representativas, pero también todo el entramado democrático.

Se trata del sujeto despolitizado y políticamente excluido que emerge de las formas económicas contemporáneas, promovidas por políticas económicas en Occidente durante los últimos 50 años.

    El pensador argentino sí ha abordado estos asuntos, emparentándose en especial con la tradición del republicanismo popular.

 


Entrevista completa a Gargarella:

https://youtu.be/r8VnimavBAg?si=d2RvpvkXnbe8fqDM

 

Un extracto:

  

 

Bibliografía mínima de Gargarella:

Gargarella, Roberto. La sala de máquinas de la Constitución: Dos siglos de constitucionalismo en América Latina (1810–2010). Buenos Aires: Katz Editores, 2014.

Gargarella, Roberto. El derecho como una conversación entre iguales; Qué hacer para que las democracias contemporáneas se abran por fin al diálogo ciudadano. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2021.

Gargarella, Roberto. Manifiesto por un derecho de izquierdas. Madrid: Siglo XXI de España, 2024. (Edición argentina: Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2023).


domingo, 21 de septiembre de 2025

Sobre la historia según Borges

 Alejandro Guevara Arroyo

   

En el ensayo notable, ‘La Divina Comedia’, Borges recuerda que Homero (“o los griegos que llamamos Homero”) dice en La Odisea: “los dioses tejen desventuras para los hombres para que las generaciones venideras tengan algo que cantar”.

Sabemos, por supuesto, que la cita Borges la recuerda de memoria. El ensayo se origina de un ciclo de conferencias llamado ‘Siete noches’, que se pronunciaron al promediar 1977. Para esos años, Borges se encontraba completamente ciego (la última de las conferencias se intitula ‘La ceguera’).

La cita homérica se encarna en la visión historiográfica del literato porteño, que el profesor costarricense Juan Diego Moya Bedoya ha considerado francamente legataria de la greco-latina. Es un error preguntarse si los discursos narrados por Heródoto o Hesíodo ocurrieron; pero el error no está en que la respuesta sea obviamente negativa, sino en que la pregunta misma es anacrónica. Lo más plausible es que tuvieran alguna noticia de que cierto tema se abordó en cierto contexto social o cercano a cierto evento famoso, o, incluso, de que resultaría plausible que así fuera. No importa si Pericles dijo a sus compatriotas atenienses “Somos los únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa en los asuntos de la comunidad” (μόνοι γρ τόν τε μηδν τνδε μετέχοντα οκ πράγμονα, λλ χρεον νομίζομεν), pues para Tucídides la historia era la oportunidad del símbolo y, quizás, de la belleza.

Sabemos, asimismo, que Borges creyó en la tesis determinista, de raigambre russelliana, según la cual cada hecho y cada acto están engastados en una red causal de antecedentes y efectos vastísima. Algún cuento reitera el fatalismo de que el todo más amplio, el universo, es requerido para que cada particular evento acaezca.

Y está también el poema ‘Las Causas’:

“Los ponientes y las generaciones.

Los días y ninguno fue el primero.

La frescura del agua en la garganta

de Adán. El ordenado Paraíso.

El ojo descifrando la tiniebla.

El amor de los lobos en el alba.

La palabra. El hexámetro. El espejo.

La Torre de Babel y la soberbia.

La luna que miraban los caldeos.

Las arenas innúmeras del Ganges.

Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.

Las manzanas de oro de las islas.

Los pasos del errante laberinto.

El infinito lienzo de Penélope.

El tiempo circular de los estoicos.

La moneda en la boca del que ha muerto.

El peso de la espada en la balanza.

Cada gota de agua en la clepsidra.

Las águilas, los fastos, las legiones.

César en la mañana de Farsalia.

La sombra de las cruces en la tierra.

El ajedrez y el álgebra del persa.

Los rastros de las largas migraciones.

La conquista de reinos por la espada.

La brújula incesante. El mar abierto.

El eco del reloj en la memoria.

El rey ajusticiado por el hacha.

El polvo incalculable que fue ejércitos.

La voz del ruiseñor en Dinamarca.

La escrupulosa línea del calígrafo.

El rostro del suicida en el espejo.

El naipe del tahúr. El oro ávido.

Las formas de la nube en el desierto.

Cada arabesco del calidoscopio.

Cada remordimiento y cada lágrima.

Se precisaron todas esas cosas

para que nuestras manos se encontraran.”

* * *

La historia es un mapa pobrísimo de la realidad que nos antecede: el necesario olvido de líneas causales que le es intrínseca es de tal índole, que aquello que puede rescatar tiende a cero. Pero, ciertamente, su valor es otro.

Luego de citar a Homero, Borges recuerda también a Mallarmé, que dijo “Todo por un libro” y, luego: “La idea es la misma, la idea de que nosotros estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la poesía o posiblemente estamos hechos para el olvido. Pero algo queda y ese algo es la historia o la poesía, que no son esencialmente distintas”.